viernes, 12 de marzo de 2010

Sismo en el Vaticano

Gabriela Rodríguez

Hay algunas instituciones que no sólo han sido utilizadas para defender a la humanidad, sino para ofenderla y destruirla; su función reguladora puede revertirse, si hablamos del Ejército o del crimen organizado, de los partidos o de la Iglesia católica. Hay que regular a esa Iglesia que hoy muestra su cara más oscura, y evitar fortalecer su influencia política, como pretende Pablo Gómez.
Es necesario fortalecer la laicidad del Estado, separarlo para que no sea arrastrado por esa institución que se desploma como las edificaciones de Haití o de Chile, o más espectacularmente, que parece desmoronase por implosión interna como las Torres Gemelas de Manhattan. Aunque ahora no vemos imágenes tangibles, sino simbólicas, la autoridad moral del Vaticano se cae a pedazos de vergüenza, de hipocresía, de mentiras y crímenes.
Los clérigos católicos han violado a personas menores durante décadas: miles de niños irlandeses fueron abusados sexual y físicamente por monjas, sacerdotes y laicos; 350 sacerdotes holandeses y 94 clérigos alemanes están bajo sospecha de pederastia; en Austria hubo 23 denuncias. El tema salpicó, al más alto nivel de encubrimiento, a Benedicto XVI, cuyo hermano Georg Ratzinger dice no haberse enterado de los abusos que cometieron religiosos contra los niños cantores del coro que dirigía. No da este espacio para referir las situaciones que privan en otros países, pero vale mencionar a los personajes más notorios: el irlandés Brendan Smyth y el fundador de la Legión de Cristo, Marcial Maciel –denunciado desde los años 50–, quien engendró dos hijos en Europa y tres en México. De estos últimos también abusó sexualmente, según escuchamos de viva voz a través del noticiario de Carmen Aristegui.
Se trata de un caso paradigmático que va más allá de los horrores de un sociópata como Maciel, porque permite identificar un patrón de conducta sexual: del universo total de clérigos católicos se ha calculado en 5 por ciento la proporción de sacerdotes abusadores, sólo 2 por ciento de las denuncias han resultado falsas (Bishop accountability.org). No conozco otra institución con un porcentaje tan alarmante. De acuerdo con un estudio riguroso, realizado en Estados Unidos, los sacerdotes católicos han violado a cerca de 100 mil niños y adolescentes desde 1950; más de 80 por ciento de las víctimas han sido del sexo masculino con un rango principal entre ocho y 17 años de edad; cuatro de cada cinco pertenecen a una familia integrada por padre y madre. Los agresores suelen ser sacerdotes amigos de la familia, y el abuso se da en la casa, la iglesia, el seminario y/o la escuela. En la mitad de los casos se ofende más de una vez y a numerosas víctimas, y el rango de las prácticas oscila entre conversaciones eróticas, tocamientos, exposición a material pornográfico, así como a besar, desvestir, obligar a masturbarlos, al sexo oral y a ser penetrados con la mano y el pene, que son las más frecuentes. Todos estos crímenes se han realizado en secreto, ya que los obispos han naturalizado esa secrecía; sin embargo, cerca de 15 mil sobrevivientes han roto el silencio y han permitido documentar el fenómeno (The Nature and Scope of the Problem of Sexual Abuse of Minors by Priests and Deacons, by Karen Terry et al, prepared by the John Jay College of Criminal Justice, Washington DC: USCCB, 2004).

Ver artículo completo en: La Jornada

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