jueves, 16 de junio de 2011

JOSE FCO.GALLARDO.GENERAL BRIGADIER. LEY DE SEGURIDAD NACIONAL MAXIMA AMENAZA PARA MEXICO:

MANIPULACIÓN SOCIAL Y TELEVISIÓN

Texto y recopilación de información: Luis Martín Ángeles.

Vale la pena leer esta redacción de investigación que elaboró el compañero, nos puede explicar incluso porqué muchos vemos con recelo eventos desde el teletón y, aunque esto pueda erizar el vello de la nuca, hasta el mismo tema Javier Sicilia.

11 de junio de 2011

“… el aparato de TV [ ... ] dispone de un devastador potencial para lavar el cerebro, programar a las masas y destruir el individualismo, con obviamente, el apoyo de todos los demás medios de comunicación. Esta amenaza es tan desastrosa para el futuro de la humanidad, como es la contaminación ambiental, la sobrepo­blación, o una guerra atómica o biológica.

Wilson Bryan Key

Subliminal Seduction

Introducción y justificación

Uno de los derechos fundamentales y dones más preciados que posee el hombre es suautodeterminación. Por ello, de forma natural busca obtenerla en los tres órdenes: la libertad, desde el plano físico; la independencia, en lo moral; y la conciencia, en el terreno intelectual o psíquico.

Decimos que alguien no es libre, si no puede desplazarse según su arbitrio; afirmamos que es dependiente cuando, por coacción o incapacidad, se somete a la voluntad de otra persona. Pero no es fácil detectar si su conciencia ha sido afectada, porque la “manipulación” crea una falsa capacidad crítica en la persona subyugada, desprovista de análisis.

Manipulación

El hombre, dada su necesidad de transmitir ideas, conocimiento y experiencias, creó el lenguaje. Cuando hablamos con alguien, tratamos de influir sobre su conciencia en algún tema en particular. El arte de la retórica, e incluso del sofisma y la demagogia (al margen de las consideraciones éticas que cada una implica), son muestras del uso del lenguaje con fines persuasivos, en los que no se altera la capacidad crítica o de conciencia, y a esto no se le puede llamar manipulación.

Podemos definir que la manipulación mental ejercida sobre un sujeto, implica la pérdida de su conciencia y de su capacidad crítica (conciencia crítica), mediante la utilización de ciertas técnicas psicológicas sutiles y subrepticias, para dirigir a voluntad sus opiniones o acciones.

Thomas Carlyle, historiador y crítico social inglés, utilizó en 1864 por primera vez el término “manipulación”, refiriéndose a la tendencia innoble ejercida contra un grupo de electores (votantes).

Para cualquier ser humano, es incompatible ser manipulado y percatarse en cada ocasión que ocurre, porque cuando alguien se vuelve consciente de la manipulación que se ejerce sobre él, podrá librarse de ella, a menos que exista en esa persona alguna esquizofrenia, que le induzca a la esclavitud consentida. La manipulación entonces, tiene como característica esencial la inconsciencia del sujeto ante su condición, así como el carácter oculto y subrepticio del agente manipulador.

¿Para qué se pretende manipular?

Desde tiempos inmemoriales, con la socialización del hombre, surgieron algunos congéneres que, hallando las condiciones necesarias para el sometimiento del clan, mientras otorgaban al grupo seguridad (en lo mundano y lo ultraterreno), se erigieron como líderes políticos, militares y religiosos. Con el devenir del tiempo y la pérdida de muchas condiciones y creencias que les dieron origen, estos líderes, al ver que perdían adeptos, fueron depurando técnicas de manipulación para conservar su poder e influencia sobre la sociedad, mismas que han hallado terreno fértil con el advenimiento de la tecnología, la psicología y los medios masivos de comunicación.

¿Quién aprende las técnicas de manipulación?

Las técnicas de manipulación se aprenden en el “Marketing”, o mercadotecnia. Las personas que las aplican se denominan mercadólogos.

Por mostrar un ejemplo paradigmático, mencionaremos a Antonio Solá Reche, publicista español y “estratega político”, autor en 2006 de la campaña mediática “Un peligro para México”. Al margen de las violaciones constitucionales por la participación de ciudadanos extranjeros en asuntos políticos, no podríamos considerar que dichas elecciones fueron democráticas, en virtud de que, utilizando ciertas técnicas psicológicas (como el conductismo), se instrumentó una campaña de infundios, denuestos y miedo, manipulando a muchos ciudadanos que aún hasta la fecha, al escuchar el nombre de Andrés Manuel López Obrador, reaccionan violentamente. La información falsa difundida en su contra, ha podido revertirse en la mayoría de los casos; no así la actitud agresiva, debida a la carga emotiva con la que fue “sembrada” la palabra “tótem”: (AMLO, “mesías tropical”). (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=120274)

Nuevamente en el año 2010 en Haití, Antonio Solá organizó la campaña de Michel Martely, alias “Tête Kalé” (“Cabeza Rapada”), ex miembro del grupo criminal Tonton Macoute, llevándolo al poder presidencial de ese país, y obteniendo adicionalmente con ello, un puesto público en el gobierno haitiano. (http://homozapping.com.mx/2011/05/martelly-un-%e2%80%9cmaton%e2%80%9d-de-duvalier/)

¿Quiénes son susceptibles de manipulación?

Sin duda, todos los seres humanos que estén sometidos a las técnicas de manipulación.

Sin embargo, serán más proclives a la influencia manipuladora aquellos que no estén acostumbrados a investigar, a contrastar lo aprendido a través de un mayor número de fuentes documentales; aquellas personas susceptibles al miedo; quienes buscan la aprobación de los demás para su toma de decisiones; aquellos que no resistan el temor a equivocarse o que cambien sus decisiones por evitar las burlas de los demás.

Es necesario enfatizar que para ser susceptible de manipulación, no importa en absoluto el nivel educativo o el grado académico del sujeto, sino única y exclusivamente su capacidad para investigar, contrastar y razonar la información recibida.

La Televisión

La televisión es un instrumento tecnológico maravilloso. Sin embargo, la orientación de su contenido, utilizado como ha sido hasta hoy en día, constituye un arma muy peligrosa para la sociedad.

Quien no piense en los intereses económicos, políticos, empresariales, mercadológicos y sociológicos que convergen en ella y pretenda creer que es un vehículo de diversión social, está incurriendo en un gravísimo error conceptual.

En México, según un estudio realizado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) en agosto de 2010, el 90% de los encuestados acostumbra ver la televisión;y aproximadamente un 71% de ellos ven noticieros, telenovelas, deportes, barras cómicas y caricaturas. (CONACULTA, Encuesta Nacional de hábitos, prácticas y consumo culturaleshttp://www.conaculta.gob.mx/encuesta_nacional.php)

¿Qué vende la televisión?

Mucha gente piensa que la televisión trabaja para la gente y le permite disfrutar de barras cómicas, telenovelas, noticieros, deportes y eventos especiales, a cambio de consumir sus comerciales y promocionales. Esta opinión es totalmente equivocada.

El negocio fundamental de la televisión es vender gente, “público”, “audiencia” (léase “consumidores”). Los empresarios compran espacios comerciales de los programas de televisión más exitosos para anunciar sus productos. El rating (Rating of popularity, “índice de popularidad”), es el porcentaje de televidentes que sintonizan en un momento dado una señal televisiva (es decir, un canal en un día, hora, lugar y programa específico). Hay empresas encuestadoras dedicadas a la evaluación de estos índices, e incluso llegan a utilizarse métodos electrónicos de sondeo, que no requieren entrevista personal, ni perturban la intimidad de su hogar.

Televisión “informativa”

La mayoría de los ciudadanos acostumbran, al inicio o al término del día, echar un vistazo a la información sintetizada que ofrecen las cadenas de televisión. Sabemos que tienen a su servicio una amplia gama de recursos tecnológicos y humanos, y una vasta red de corresponsales y agencias informativas, que les permiten transmitir desde cualquier sitio del globo, la información en el instante mismo en que sucede.

Sin embargo, lograr una buena cobertura noticiosa, no garantiza su calidad. Es seguro hallar en las notas televisivas sesgos mediáticos, inexactitudes, distorsiones, repeticiones, exageraciones, minimizaciones, omisiones, censura y otros defectos que descalifican su imparcialidad, objetividad y veracidad, pues estos “errores”, en la mayoría de las ocasiones, pretenden crear “matrices de opinión” (hacer creer a la audiencia que todos los medios de información y la “opinión pública” comparten los mismos puntos de vista inducidos). ¿Cuántas veces se ha enterado de algún evento al que la televisión no le ha dado cobertura, por no coincidir con su ideología? ¿Cuántas veces, por el contrario, esos mismos medios de comunicación han dado cobertura a eventos irrelevantes por apoyar a una causa que desean promover?

Si tan sólo se tuviesen que revertir los efectos de la información tendenciosa o insuficiente, bastaría con acudir a fuentes más confiables y objetivas. Sin embargo, junto con la deformación noticiosa y la matriz mediática, se usan algunas técnicas psicológicas (como el conductismo, la infantilización, la fidelización, la simplificación o reduccionismo (“lo bueno - lo malo”), el victimismo, el patriotismo, el pánico, la ridiculización, las imágenes y sonidos con contenidos subliminales, etc.) que inhiben o potencian condicionadamente los efectos emotivos de los televidentes en relación con los temas tratados.

Un ejemplo actual de manipulación informativa puede evidenciarse con la ejecución de Bin Laden: Barack Obama, premio Nóbel de la Paz“el bueno”, para fines mediáticos—, está sentado frente a un televisor, presenciando el asesinato a otro ser humano, ordenado por él mismo. Se generó una matriz de opinión con la idea de que Osama Bin Laden —“el malo”— fue culpable del derribamiento de las Torres Gemelas (aunque nunca se aportaron datos o evidencia concluyente ni fidedigna); y ahora, en vez de llevarlo ante tribunales, lo ejecutan sumariamente, arrojando finalmente su cuerpo al mar. Al público le descontextualizan, entre muchísimas cosas, que para ir en pos de Bin Laden, “los buenos” —léase los Estados Unidos—, en otro momento, cometieron una masacre inmisericorde contra la inerme población de Afganistán, que sólo significó para ellos un evento punitivo “necesario” donde se reportaron “bajas colaterales”. Y claro, a la “opinión pública” tampoco le informan que toda esta “campaña publicitaria” tiene por objeto elevar la simpatía política a favor de Barack Obama, con vistas a su reelección.

Televisión “emotiva”

El principal objetivo de la televisión es manipular las emociones de su auditorio, para hacerlo vulnerable a la mercantilización, que presentará en bloques comerciales.

Recordemos que el procesamiento de información se especializa de distinta forma en ambos hemisferios del cerebro humano: mientras el izquierdo controla los procesos del habla, la lógica, la toma de decisiones, la planificación y el razonamiento simbólico y matemático; el hemisferio derecho se especializa en el manejo de la información emocional, sensitiva, lúdica, fantasiosa, los procesos visuales, sonoros, artísticos y musicales.

Seguramente habrá notado que la orientación de los programas televisivos es esencialmente emocional. Telenovelas, “Reality Shows”, eventos deportivos, programas cómicos, de concursos, series, películas y caricaturas, están diseñados para poner a funcionar sus capacidades emocionales einhibir sus funciones racionales y analíticas.

En este proceso de “sensibilización”, es posible introducir en el espectador, sin que se dé cuenta, una nueva “realidad”. De hecho, le inducen a vivir esa “realidad virtual” y sufrir o gozar junto con la actriz protagónica de su telenovela favorita; le enseñan a sentir el triunfo o la derrota de su equipo deportivo; le enseñan a emocionarse con las sagas de su ídolo cinematográfico; y hasta a pretender cumplir ansiosa y correctamente las pruebas y desafíos en un programa de concursos. Todo vale, mientras pueda olvidar, aunque sea por un rato, las vicisitudes de su “vida real” (Y en el ínterin, claro, “pensar” en adquirir los productos que seductoramente le muestran en la pantalla).

Se le enseña a analizar el mundo de una manera simplista, descontextualizada, maniquea, dual: “los buenos contra los malos”, “la justicia contra la injusticia”, “la verdad contra la intriga”. Lo inducen a afirmar que todo tiene una solución sencilla y que las emociones humanas son predecibles, comprensibles desde una óptica única, con un pensamiento único. Sus problemas cotidianos pueden “maquillarse” en personajes que no padecen las carencias sociales de la vida real: falta de servicios públicos, de empleo, inseguridad, insalubridad, hambre, miseria, marginación…

Le condicionan a aceptar que la opinión de “los intelectuales” es valiosa, la vida de “los famosos” es importante, las declaraciones de “los políticos” son trascendentes. Las de cualquier televidente son tan poco importantes, que si acaso, le darán espacio para ridiculizarlo con preguntas absurdas, o lo exhibirán protagonizando escenas chuscas.

Sin embargo le enseñan a creer que él es especial, infalible, bueno; que debe desconfiar de las acciones de los demás.

De esa manera, la televisión lo “atomiza”, lo individualiza, lo escinde de su sociedad, creando las “muchedumbres solitarias”. Así, si su vecino no comparte la predilección hacia “su” equipo de fútbol, es porque no posee la sabiduría ni las habilidades que a él le caracterizan. Si un compañero de trabajo tiene actitudes similares a las del tipo “malo” de la telenovela, es porque seguramente algo trama en su contra. Podrá hacer uso de “clichés” y pondrá “apodos” y motes a sus conocidos, de acuerdo a los personajes de caricaturas y de programas cómicos para hacerles burla. Todo será válido, mientras él conserve la supremacía de su ego, mientras cumpla los parámetros que la televisión les ha mostrado a todos como “socialmente aceptables”. De esa manera no se sentirá incómodo —“looser”— al asistir a una sesión fotográfica de Spencer Tunick, a raparse el cabello según la moda o a participar en algún evento ñoño para establecer un Récord Guiness. Por el contrario, será un tipo “exitoso”.

Su enojo social podrá canalizarlo mientras discute con el árbitro de fútbol a través de la pantalla; mientras grita improperios e invoca venganzas y juramentos divinos contra “la mala de la telenovela” (¡y a veces contra la actriz, en la vida real!). Todo será mejor, antes que asumir su realidad socioeconómica y desquitar su legítima molestia contra quienes le mantienen sometido en esa condición de violencia, inseguridad, carencias e injusticias.

Televisión “deportiva”

Los fines de semana, el ciudadano típico abandona su faceta laboral, dedicando su ocio a ser espectador de eventos deportivos y programas maratónicos con “análisis de las jugadas más relevantes”, en donde no está practicando deporte alguno, sino cambiando el tedio de su trabajo gris y monótono por el placer “lúdico” de no hacer nada. No utiliza su tiempo libre para re-crearse, aprender cosas nuevas, disfrutar a plenitud su diversión o aplicar su creatividad en alguna actividad, sino a evadir cualquier responsabilidad, cosificándose, convirtiéndose en objeto manipulable de los aparatos publicitarios, mientras disfruta del hartazgo de no hacer nada, saboreando una cerveza, subliminalmente sugerida por un comercial, soñando con estar a la sombra de un cocotero en la playa.

El ocio nos plantea el compromiso de estar en introspección, lo que reportaría grandes beneficios a nuestra individualidad. Sin embargo, el miedo a la soledad induce al televidente típico a huir de tal responsabilidad, mientras se banaliza, con lo que incrementa el fenómeno de las “muchedumbres solitarias”.

La televisión brinda al espectador la oportunidad de vivir los hitos de su héroe deportivo como si fueran propios, proyectando sus deseos al mitificarlo, dando algún sentido a su existencia mediocre y aspiracionista.

Los eventos deportivos están diseñados para incrementar en el televidente la capacidad de frustración al soportar el juicio injusto de un juez (“referee”, “umpire”, árbitro, etc), que decide adversamente contra un equipo, en una jugada polémica; así el espectador no saldrá a manifestarse públicamente y podrá desquitar, en solitario, su rabia social contenida.

La televisión, de esta forma, degrada al deporte en espectáculo, y a éste en mercado, donde subyacen intereses económicos muy importantes. Los equipos no ganan los partidos por su habilidad deportiva, sino por su poder de convocatoria para llenar los estadios, promover ropa deportiva o almanaques o tarjetas de crédito, puntear preferencias en las quinielas. Se utiliza al “deporte” con fines políticos, para distraer a la “opinión pública” de asuntos sociales trascendentes: incrementos a la canasta básica, aplicación de políticas lesivas o leyes adversas; y durante el medio tiempo, se entrevista al candidato que le aporte más beneficios económicos o en especie a la televisora.

Los comentaristas arengan a los “fanáticos” a tomar bando en una “justa deportiva”, utilizando términos bélicos y militares, involucrando el honor nacional, incitando a la venganza, la revancha y la agresividad, polarizando los ánimos, haciendo emerger del inconsciente colectivo el atavismo tribal de asociación para cazar al mamut. Poniendo a funcionar la emoción para inhibir la razón.

Televisión “divertida”

“El humor ... es una de las mejo­res formas para vencer las defensas de una persona. Cuando estas defensas están bajas, se pueden enviar los mensajes directamente a la mente subconsciente donde se almacenarán y afectarán la manera de pensar y el estilo de vida del sujeto.

(Marlin Maddoux, America Betrayed, Huntington House, Inc., Shreve­port, Louisiana, 1984, pp. 87.)

Como ya habíamos dicho, el hemisferio cerebral derecho es responsable de los procesos de análisis de la fantasía y del juego (lúdico), así como del manejo metafórico y simbólico de sonidos e imágenes, la imaginación, la intuición y el sentimiento. O sea que cuando vemos y escuchamos caricaturas, cuando nos platican un chiste, cuando analizamos sucesos graciosos, cuando cantamos una canción con estribillo pegajoso, cuando vemos cualquier programa infantil o fantaseamos, estamos poniendo a funcionar nuestro hemisferio cerebral derecho.

Durante ese tiempo disminuimos el funcionamiento del hemisferio cerebral izquierdo, responsable del análisis lógico, la objetividad, la deducción, el nexo con la realidad; nos encontramos más vulnerables a ser manipulados emocionalmente, a ensoñar y fantasear, en lugar de reflexionar, analizar y racionalizar los mensajes que recibimos.

Asociado a esta vulnerabilidad, existe un mensaje implícito en las caricaturas. Seguramente habrá usted leído —o escuchado acerca de— algún estudio del contenido ideológico presente en las caricaturas. Sin duda, el más famoso de llos es el realizado por Ariel Dorfman y Armand Mattelart, titulado Para leer al Pato Donald, publicado en1972 por Siglo XXI Editores. (http://www.salvador-allende.cl/Biblioteca/Dorfman y Matelart.Para leer al Pato Donald.pdf)

O quizá haya leído de los arquetipos del superhéroe: (http://www.fundacion-jung.com.ar/forum/tesinaorozco.htm)

Aunque también existen análisis muy interesantes en torno al popular "Chavo del 8" (http://www.rebelion.org/hemeroteca/cultura/040316fb.htm)

En cualquier caso, ahora, con el conocimiento de lo que ocurre, no podrá pasar desapercibido para usted, que mientras su conciencia —o la de sus hijos— se encuentra alterada, la están sustituyendo por otra “falsa conciencia”, diseñada a modo por esos “agentes manipuladores” para que cada miembro de la sociedad tenga un comportamiento adecuado a los estándares que ellos pretenden establecer.

Hace más de cien años, Sigmund Freud escribió su libro El chiste y su relación con lo inconsciente, donde afirma que el chiste es una puerta de entrada a nuestros más íntimos deseos, recuerdos e instintos reprimidos. Estudió que entre sus efectos asociados, además de la ridiculización, está la trivialización de sucesos sociales y políticos (y con ello la laxitud y permisividad de las normas éticas y morales) que, de otra forma, generarían una legítima preocupación y enojo. En ese contexto, afirma:Todo descubrimiento de lo Inconsciente produce risa, aunque la cuestión de la que se trate no sea para nada graciosa, sino más bien dramática, y hasta tal vez trágica.

No debemos perder de vista que el chiste tendencioso narra un suceso falso o verdadero, ante el cual no hay demostración, razón de la que se valen frecuentemente quienes pretenden inducir rumores o sofismas a la sociedad.

Notemos la gran carga de violencia que los niños presencian en las caricaturas y series humorísticas. No olvidemos que un niño suple su falta de experiencia con las escenas e imágenes que capta su conciencia a través de la televisión. Y si esa “realidad televisiva” viene distorsionada por escenas agresivas o de “bullying” (tanto verbales como físicas), casos de familias disfuncionales, escenas con apología del delito y burlas a los códigos morales, ¿qué sociedad vamos preparando para las nuevas generaciones?

Televisión “vendedora”

El objetivo fundamental de la mercadotecnia estriba en hacer deseable al consumidor un bien o servicio —preferentemente cuando no se requiere de él. Para lograr esto, es válido recurrir a cualquier estrategia. Y dentro de las más empleadas en los anuncios comerciales, está la de hacerle sentir éxito social momentáneo (principalmente con personas del sexo opuesto) siempre y cuando utilicen el producto publicitado, trátese de automóviles, bebidas alcohólicas, jabones, shampúes, tarjetas de crédito o tintes para el cabello. Una vez captado el mensaje, lo que al final queda en el subconsciente del consumidor, es una permanente insatisfacción sobre su apariencia física, su capacidad económica, su rango social, es decir, las secuelas de un ataque contra su ego, ya que dichos mensajes le hicieron sentir frustrado, poco agraciado físicamente, poco exitoso en su vida social, mientras no consiga el producto ublicitado.

A largo plazo, esta serie de “agresiones” tienden a transformar el comportamiento de la mayoría de los telespectadores, que ante su apabullante realidad, prefieren simular vivir en condiciones diferentes de lo real. De esta manera surge el comportamiento denominado coloquialmente como “wanna-be”, donde las personas de cabello obscuro desean ser rubias, las personas de tez morena se avergüenzan de su condición (pero se burlan de aquellos que son más morenos), las personas de estatura baja desearían ser altos, quienes no pueden adquirir accesorios caros, recurren a las imitaciones con la intención de aparentar tener una distinta condición socioeconómica ante sus amistades/conocidos/compañeros, antes que ser condenados a la burla y al ridículo social.

Fisiológicamente, los órganos responsables de manejar nuestro control de conflictos —reacciones al miedo, la vergüenza y el temor al ridículo—, son las amígdalas cerebrales y la corteza cingulada anterior. Existen estudios científicos en torno al comportamiento de las personas, de acuerdo a las características físicas y funcionales de estos órganos. (http://www.jornada.unam.mx/2007/09/12/index.php?section=ciencias&article=a02n1cie)

Sin embargo, aunque existan condicionamientos orgánicos que potencien estas actitudes, nuestro cerebro es modificable a través de los estímulos continuos. A este proceso de aprendizaje se le denomina neuroplasticidad, neuroplastía o plasticidad neuronal. (http://www.ilvem.com/shop/otraspaginas.asp?paginanp=610&t=NEUROPLASTICIDAD.htm)

Conclusión.

El diseño de los contenidos programáticos de la televisión ha sido orientado a potenciar nuestras capacidades emotivas, inhibiendo seriamente las capacidades reflexivas. Esta situación nos hace vulnerables a la mercadotecnia y a otras formas de manipulación y control social, que convierten a este medio masivo de difusión de ideas en una herramienta peligrosa

En la medida en que cada uno de nosotros sepamos conducir y vigilar nuestra dualidad razón—emoción, y analizar los mensajes que nos envían de manera automática, tendremos menos posibilidades de ser manipulados. Sin embargo, mientras estemos expuestos a las técnicas de manipulación, no esperemos salir indemnes de sus efectos.

Cada uno de los lectores del presente análisis tiene el derecho inalienable de atender o no la presente información, escrita como un atisbo al complejo fenómeno de la manipulación social (al que otros autores han dado en llamar “lavado de cerebro”) y sin otros afanes que el de inducir en ustedes el interés por investigar más en cualquier mensaje que reciban; y el de promover el cuidado y la supervisión continua de su conciencia, a fin de convertirse en tutores del derecho individual y colectivo de su libertad.

“¡Oh hombre!: Conócete a ti mismo y conocerás al Universo y a los dioses"

Frase inscrita en el Templo de Delfos