jueves, 25 de febrero de 2010

El doble juego de Calderón

Álvaro Delgado


MÉXICO, D.F., 15 de febrero (apro).- En su afán de achacar únicamente a Fernando Gómez Mont el pacto con el Partido Revolucionario Institucional (PRI) para avalar la cascada de impuestos que estamos pagando los mexicanos a cambio de evitar alianzas electorales entre Acción Nacional (PAN) y la izquierda, los panistas atribuyen a Felipe Calderón dejadez y desgobierno.

Y ambas son, en efecto, características manifiestas de Calderón, pero también lo es su obsesión por el control, nacida de la extrema desconfianza en sus colaboradores --que es desconfianza en sí mismo--, y de ello existen pruebas en demasía a lo largo de su gestión gubernamental y en su carrera política.

Es ya memorable la carta que escribió Carlos Castillo Peraza a Calderón, en mayo de 1996, sobre su temperamento desconfiado, publicado en la revista Etcétera, y en otra que publicó Proceso en octubre, fechada en octubre de 1997, en la que describe su afán por el control. Tales características se han acentuado en el cargo que le confirió el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) en 2006.

La renuncia de Gómez Mont a su militancia mostró, además, al PAN como un partido de clara autonomía e independencia ante Calderón, lo que también es erróneo, porque está documentado el uso de la estructura gubernamental con fines facciosos, como imponer a César Nava en sustitución de Germán Martínez, otro producto neto del dedazo, que así como llegó fue echado por su jefe.

Apenas el sábado, en la sesión del Consejo Nacional, Nava tuvo un arrebato de independencia al proclamar que ni el PRI ni cualquier otro partido incidirán en sus decisiones: “Que quede claro –pontificó--, no será el adversario quien determine la estrategia y las definiciones electorales de Acción Nacional, seremos nosotros, anclados en las robustas raíces que nos legaron nuestros antecesores y montados en las alas de las mejores causas libertarias que nos han inspirado.”

Pero esos dos factores --la supuesta ignorancia de Calderón de lo que negoció el secretario de Gobernación y la proclamada autonomía del PAN-- no dan credibilidad al aserto oficialista de que Gómez Mont pactó por su propia cuenta con el PRI y que, al no poder cumplir con su palabra de evitar las alianzas de su partido con la izquierda, renuncia a su militancia para, según él, lavar su honor.

Los propios panistas admiten --en voz baja, claro-- que Calderón no sólo estuvo al tanto de las negociaciones con el PRI sobre el paquete económico 2010 --que aprobó alzas al IVA, ISR, gasolinas y gas, no se nos olvide--, sino que fue el principal promotor de las alianzas electorales desde la debacle del PAN en 2009.

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