Primero con porcentajes modestos registrados por los censos de población, hasta 1950 los no católicos son una minoría cuya presencia molesta al clero católico, pero que está lejos de disputar el dominio del campo religioso a la creencia tradicional. A partir de 1960 los censos comienzan a mostrar cifras de crecimiento significativo del abanico protestante, y disminución porcentual en las filas del catolicismo. Hace dos décadas dejó de ser cierta la afirmación de que más de 90 por ciento de los mexicanos son católicos. Sin embargo, e incluso en medios críticos del clericalismo católico, se siguen dando por ciertos los números que no tienen asidero en la realidad.
Hoy en México los católicos están más cerca de ser 80 por ciento que del 90 de dos décadas atrás. Por las tendencias, su único horizonte es el decrecimiento constante. En algunas regiones del país la disminución de católicos es muy notable, particularmente en el sur-sureste. Ya es de llamar la atención la lista de municipios donde los católicos son menos de 50 por ciento. No recuerdo algún reportaje escrito, de radio o de televisión que haya documentado el hecho con datos duros y sin referirse despectivamente a quienes eligieron un credo distinto al católico romano.
Las evidencias no debieran dejar dudas de que la sociedad mexicana se está diversificando y que, por tanto, es necesaria mayor sensibilidad entre quienes la documentan y analizan. Es más fácil reproducir clichés y lugares comunes, dar cobertura a las procesiones y actos católicos como muestra de fe y verdadera devoción, que referirse a esos extraños cultos de los pentecostales donde campea el fanatismo. No es fácil trascender los estereotipos, resistirse a estigmatizar al extraño, pero, si en los medios informativos se quiere contribuir a fortalecer la democracia cultural, es impostergable ocuparse de las minorías sin hacerlas objeto de linchamientos simbólicos.
Sobre todo el alto clero católico va a continuar magnificando la fuerza de la religión que encabeza, y obteniendo buenos dividendos políticos para su causa con la colaboración de gobiernos temerosos de contradecir los designios de
laIglesia. Ante esto es necesario exigir a las cautelosas autoridades que están para cumplir las leyes y no para negociarlas con quienes buscan imponer su ética confesional a todos los demás. Del lado de la sociedad hace falta hacer justicia a la complejidad que pervive en todos los órdenes de la nación, y aclarar de qué institución se habla cuando se utiliza esa expresión totalizante,
laIglesia.
Fuente: La Jornada
Foto de Puma en resistencia
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